miércoles, 24 de octubre de 2012

La impotencia ante el poder secuestrado





Hace poco hablaba con alguien que por mucho oponerse al estado de las cosas, no pensaba ni de lejos hacer huelga. Sus excusas no eran nuevas: el dinero que perdería o que "se tendría que haber hecho huelgas cuando empezó a subir el paro", esa extraña idea de que uno le hace huelgas al paro como si este fuera una entidad con voluntad propia, en lugar de hacerlas a medidas concretas de un gobierno.

Pero más allá de lo visible que surgió en aquella conversación, me resultó llamativo lo invisible. Por debajo de la superficie fluía una corriente de impotencia enorme. Y tengo la impresión de que es algo general, de que esa corriente subterránea se está convirtiendo ahora en la norma, si acaso más visibilizada tras el resultado de las elecciones gallegas.

Quizá es hora de asumir que la fórmula de "más democracia" ha fallado por completo. Tuvo éxito al unir a las personas, pero al final ha sido un fracaso. El poder sigue destruyendo cada derecho y conquista social a pesar de la oposición de la gente, ignorando descaradamente la voluntad de la gente y tan solo reforzando contra todos nosotros sus palacios y sus fortalezas.

En el debate de los presupuestos se pudo comprobar la vergonzante realidad que pretende dictar el gobierno a sus medios de comunicación. Para Montoro las elecciones gallegas, a pesar del descenso de votos al Partido Popular, fueron un refrendo a sus políticas de recortes. Tanto es así que el PSOE habría caído por oponerse a esos mismos recortes. Es obvio que el PSOE ha caído porque su tibia oposición a la destrucción sistemática de las conquistas sociales. Rubalcaba insistió en el debate de los presupuestos en que su salida es proponer "moderación salarial" pero con la diferencia de que ellos, a diferencia del PP, pactarían esa bajada de salarios con los sindicatos. ¡Qué bien!. Pero Montoro y su partido no pueden reconocer que esta alianza tan obvia con el poder es lo que está llevando al abismo al PSOE, pues eso les llevaría a tener que asumir la oposición de la mayoría de la población a sus recortes; es por esto que deben mentir cuando se dirigen en público a Rubalcaba, e indicarle que su fracaso se debe a su apenas visible oposición a la destrucción de toda conquista social.

Daría igual que toda la población que sufre los trapicheos y corruptelas del estado español se lanzara a la calle. Los medios reflejarán lo que el poder quiera que reflejen. La casta corrupta al servicio de la gran empresa española seguirá apoyándose en los votos para convertir el territorio que gobierna en un erial al servicio de potencias como Alemania, que dictan desde Europa los términos de la extorsión al pueblo.

Ante una situación como esta para frenar en seco apenas veo dos salidas, igualmente problemáticas.

La primera salida es la toma del poder revolucionaria. Con o sin guillotinas, pero una toma del poder real que acabe con el entramado de leyes y legitimidades "democráticas" que han permitido que los enemigos de los ciudadanos se atrincheren en el poder para extorsionarlos. Una solución difícil cuando la mayor parte de la gente apoya los motivos para rodear el Congreso de los Diputados, pero solo la mitad apoya que la forma de protestar sea algo tan inocente -aunque simbólico- como rodear el Congreso. Estamos instalados en una paradoja: la ciudadanía es demócrata pero no puede derribar a quienes tienen secuestrado el poder democrático sin suspender temporalmente la democracia.

La segunda salida es la destrucción de Estado. En el caso de España la única posibilidad factible parece venir de Catalunya y su pulso al estado español. Pero el nacionalismo catalán está liderado por un partido político que es aún peor y más anti-pueblo que el bipartido que se reparte el poder en el estado español. La destrucción del estado tomando esa dirección es una empresa más que arriesgada, pues el efecto ofuscador de los trapos de colores sobre los cerebros es de sobra conocido; no hay más que agitar una bandera para cegar a la gente, cosa que resulta obvia ante la previsible victoria en Catalunya de un partido político aún peor que el que gobierna España, pero diestro a la hora de agitar un trapo de colores en particular.

Quizá si no encontramos caminos que abrir para emanciparnos, la solución pase por darle la espalda al Estado y construir otra cosa al margen de sus leyes. Darnos otras monedas, otros medios de intercambio, darnos servicios sin involucrarlos a ellos. Ser verdaderamente autosuficientes.

Cuando el Estado acaba con los servicios interesantes que aportaba y por los que podía tener sentido mantenerlo, como la sanidad o la educación, tiene cada vez menos sentido pagarle impuestos. Si el Estado es nuestra única posibilidad para acceder a una sanidad o a una educación de calidad, puede tener sentido pertenecer a él. Pero si todo lo que tenía de herramienta contra los desequilibrios sociales desaparece y no queda más que como estructura represiva, no tiene ningún sentido financiarlo ni regirse por sus normas. La herramienta se convierte en trampa. Vivir "fuera del sistema" puede acabar por convertirse en una necesidad para la supervivencia. Y si pretende aun así conquistar nuestros territorios y regir nuestras vidas, quizá caiga como más de una vez lo han hecho los imperios: por los bárbaros que desde fuera lo socavaron hasta destruirlo. Incluso dando un rodeo como en este caso, me temo, el enfrentamiento acabará por ser inevitable.





1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo, el problema es como hacer entender al resto esa posibilidad de crear un sistema alternativo que nos permita autogestionarnos fuera del conocido, todavía encuentro dificil llegar a la mayoría, pero habrá que seguir trabajando, o al final como bien dices el enfrentamiento sera inevitable, y con ello vendrán demasiadas victimas

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